La dicha suprema de la vida es la convicción de que somos amados, amados por nosotros mismos; mejor dicho amados a pesar de nosotros; esta convicción la tiene el ciego. ¿Le falta algo? No, teniendo amor no se pierde la luz. No hay ceguera donde hay amor. Se siente uno acariciado con el alma. Nada ve, pero se sabe adorado. Está en un paraíso de tinieblas.

La novela gira prácticamente alrededor de Jean Valjean, un presidiario que ha pasado 20 años en la prisión por robar una pieza de pan para alimentar a su familia, e intentar escapar dos veces. Es puesto en libertad condicional, por lo que periódicamente tiene que presentarse ante las autoridades. Pero sobre su frente lleva el ser presidiario, por lo que en ningún lugar le dan un techo donde dormir o un trabajo para mantenerse.

Examinó su vida y le pareció horrorosa; examinó su alma y le pareció horrible. Y sin embargo, sobre su vida y sobre su alma se extendía una suave claridad.

Y así van sucediendo toda una serie de circunstancias que van poniendo en su camino a otros personajes, como Javert, Fantina y Cosette, pero hay más por conocer.

No tenían ya palabras. Las estrellas empezaban a brillar. ¿Cómo fue que sus labios se encontraron? ¿Cómo es que el pájaro canta, que la nieve se funde, que la rosa se abre?

Es una lectura bastante agradable, que te sumerge de lleno a la atmósfera de la historia. A veces me hacía sufrir, en otras incluso me reía. Es, sin duda, una novela muy recomendable que todo lector debe conocer. Y ahora uno de mis libros favoritos.